31 diciembre 2008

rEfLexiOnes dEl hIjO pRÓDigo: DeL iNFanTe JugUEtERo Al seÑor dEL vIoLÍn!!

DESDE hace regular tiempo me ronda la cabeza aquella suposición -mejor dicho, teoría- de que la Navidad, más que ninguna otra, es una festividad por excelencia excluyente...
...Lo digo -que no se me malinterprete, tomándoseme de agnóstico pasivo o activo, o apóstol antes de tocar las llagas de Cristo ni mucho menos espiritu antinavideño- por una razón sencilla, y es que me he percatado de que, conforme los años pasan por uno, la Noche Buena deja de implicar aquella ilusión por los regalos -comprensible en la etapa anterior, la infantil- , antaño tan vigente; aquella sacrofecha en la cual uno buscaba las cajas de regalos sobre las repizas o bajo la cama de los padres. En ese sentido, pienso llega cierta edad donde los roles se invierten, donde uno pasa de "objeto de obsequio" a "obsequiador sin remedio", y entonces uno llega -poco a poquito y con dificultades- a comprender que la Navidad es una fiesta exclusiva para los niños.
¡Pero vamos!, que no todo es tan malo, porque si bien llega un momento en que la Navidad a uno lo espectora, pues está lo otro, aquello que, como una madre ante el hijo pródigo, a uno lo acoge con un "I`m here, now come to me". Me refiero a la -para algunos siempre parrandera, para otros, como yo en los ùltimos años, generalmente incierta- celebración de Año Nuevo.

En dieciocho años de vida, Lima ha sido escenario de mis fines de año solo en dos oportunidades, ambas debo decir respetables en parte porque, siendo yo un niño (la primera fue a los nueve, la segunda a los once), mis exigencias no eran en lo absoluto severas. Me conformaba, como todos, creo a cierta edad, con salir en compañía de mis primos y amigos, reventar unos cuantos cuetecillos, luego andar por ahí, charlar un poco de esto o aquello y listo: HAPI NIU LLIR.

Otro caso es el de Trujillo, que es donde he pasado casi todos los fines de año, y donde me venía sintiendo bastante feliz hasta que, HORROR, "ya soy un poquito grande, ya no puedo solo andar por ahí y conformarme con solo encender lucecitas de bengala y a la camita mientras los adultos pululean sus cuerpos al ritmo de Tabaco y ron o Caballo viejo".
No tengo certeza de en qué momento surgió esa necesidad de salir a moverme un poco ni en que instante lo conseguí para convertir mi, antes juguetona y siestera celebración de Año Nuevo, en un sinfín de parrandas en distintos centros aglomerantes de trujillanas simpaticonas y trujillanos cumbiamberos. En todo caso, me conforta la certeza de que mis primos -principales organizadores de mis salidas treintayuneras- son conscientes de mi carencia de contactos en una provincia donde -si bien es cierto, nací- he vivido menos del 3% de mis días y donde, como no podía ser de otra forma, en más de una oportunidad la he hecho de irremediable violinista, y qué más da; tampoco es que me genere un complejo de "no querido" o "el distinto de la clase".Hay que ser positivos, hay que pensar para bien, siempre, y si uno tiene la maravillosa oportunidad de pasarla con las personas que uno quiere -mucho más si se trata de una festividad como el Año Nuevo- pues hay que aprovecharla, quién sabe después de todo si llegaremos a la siguiente.
Celebré este Año Nuevo en "El Mochica", un lugar que no estoy muy seguro de qué era concretamente pues me pareció una conjunción alucinante de "peña-restaurant- escenario-parque- pista de baile- bar", pero en fin, la pasé alzando los brazos al ritmo de la orquesta "La Toya" y su vocalista vestida de rojo pasión, y también vibré al ritmo de "Los hermanos Villacorta". Conocí algunos amigos de turno, los cuales me cayeron bastante bien, y hasta intercambié ideas con una médico de cuarto ciclo de inclinaciones poéticas. Aún así, y salvo a ella para mantenerla al tanto de un evento literario, no pedí correos electrónicos por ahorrarles compromisos innecesarios, y es que entre las muchas cosas que me enseñó el 2008, he aprendido aquello de "zapatero a tus zapatos". Ellos deben tener su grupo de amigos, yo el mío; aunque no descarto encontrarnos en alguna parranda norteña a futuro y... y... en fin ya me olvidé cómo quería terminar este post así que conviene dejarlo ahí por ahora...
Krlos!!
nota:
Un agradecimiento especial al primo C y a su señorita enamorada P por haber tenido tanta consideración conmigo aquella noche. En verdad se les agradece U_U!!

2 comentarios:

Pablo Villanueva H. dijo...

Bueno, en realidad, pensé que te quedarías en Lima. Como te dije en una sesión de internet, eres el alma de la fiesta. Pero conozco Trujillo,y, además, sé que debes haber comido muy bien en el Mochica, pues lo conozco, fue en las vacaciones de medio año, y salí más que satisfecho.
Saludos

Jorge dijo...

Habla Carlitos bueno creo que lo de violinista ni tanto, el inicio fue incierto pero después todo fue mejorando, la idea fue al final pasar un momento alegre y creo que se consiguió ;) un abrazo y exitos primo.